sábado, 13 de septiembre de 2008

miércoles, 10 de septiembre de 2008

viernes, 5 de septiembre de 2008

Los serpentones de kanchiscocha

Elmer Neyra Valverde - Los Olivos, 2003.
En los años 50, mi terruño con sus costumbres y ritos continuaba como siempre desde siglos atrás. Pocos terminaban su primaria; a los 16, 18, 20 años la mayoría de adolescentes hijos de campesinos se iban hacia la costa; los hijos de citadinos a Lima.
En época de cosecha de papas, bajamos al paraje de nombre en castellano: “Ventana”, voz exótica incrustada entre multitud de topónimos, de ancestro quechua. En Ventana estaba una chacra cuya forma parecía una burda réplica del mapa del Departamento de Huancavelica. La recuerdo con nostalgia porque tiene un significado arquetípico para mi familia. Mi señor padre que jamás huyó de su pueblo, a los 17 años de edad compró dicha finca rural. Casi siempre en el terreno de Ventana se sembraba papa. La cosecha era una fiesta. Varios hombres con sus Kashus (azadillas alargadas), por debajo de la mata de la papa deshacían el camellón, la campesina en cuclillas, con sus manos recogía los hermosos tubérculos y los introducía amorosamente en la canasta, yo aún niño estaba cerca de Clorinda, que siempre nos ayudaba en los quehaceres de casa. Ella era un cofre de leyendas y cuentos de sabor autóctono, y parece, que los inventaba y en quechua nos relató la leyenda de los Serpentones de Kanchiscocha.
Eran tiempos lejanos de los abuelos, en que se manifestó una intensa sequía, que malogró los sembríos de papa, ollucos, ocas, mashuas, quinua, los manantiales se secaban, los ríos parecían hilachas de agua; los auquénidos calmaban su sed en los puquiales, se acercaban a las orillas de la Laguna Kanchiscocha, enclaustrada entre roquedales, a más de 4800 m.s.n.m., ya cerca del río Tungurahua o Marañón; en la parte Centro Oriental de Ancash.
Los camélidos desaparecían devorados por enormes culebras que desde siglos dormían en las profundidades de la citada Laguna; la escasez de agua aguijoneaba la sed de los ofidiones y propiciaba la extinción de los animales; lo mismo que aguzaba el hambre de esta pareja de sierpes gigantes. Al escasear el agua y sus alimentos deciden salir de su alberca el binomio de culebras que planean marchar hacia Occidente, siguiendo el camino de los jacharrunas, que desde la Selva marcharon en la dirección oriente - poniente.
Al alcanzar la cumbre desde la cual se divisa la Cordillera de los Andes, deslumbradas por el sol y del lejano blancor de las nieves contornean garbosas, llenas de orgullo y victoriosas, y la culebra hembra iba hacia la izquierda y la culebra macho a la derecha. Traman su macabra estrategia. Por el derrotero izquierdo llegando a Llama se servirá un apetitoso desayuno, el almuerzo en Yauya; por la senda derecha el monstruo macho se cebaría con manjar matinal en Piscobamba, pasando el mediodía almorzaría en Llumpa, habían concertado su encuentro y terminar el festín del día, cenando en Yanama. Desafiando las alturas seguían escalando hacia la Cordillera de los Andes, por Mariahuayta, Toromachay y el abra de Atojshayco y voltear hacia Llanganuco.
Eran monstruos gigantes que al caminar solos se les veía su alargado cuerpo, aún la cola no emergía, ya del pantanoso oquedal de la Laguna. El ingrediente básico de los platillos a servirse serían los indómitos y laboriosos habitantes de los mencionados pueblos. Un winchus, pájaro heráldico de Piscobamba, avisó la pretensión apocalíptica al apu tutelar Huáncash. El convocó a otros cerros apus, entre ellos Chontajirca, Qeshqijirca, Intujirca, ellos armaron el contraataque. Para lo cual mandaron a sus súbditos armados con las hondas de oro. Estos arrojaron pedrones que dirigidos certeramente a los cráneos de los serpentones, detuvieron la dantesca marcha. Los ofidios se sacudieron con fuerza y estrépito, hicieron estremecer la tierra como nunca habían contemplado las estrellas; y sus alaridos letales alcanzaron hasta las nubes, desde las cuales primero partieron raudos relámpagos, como jamás vieron ojos algunos; luego como mísiles inteligentes los rayos cayeron decididos y oportunos sobre los cuerpos casi exámines. En el inmensurable espacio un batallón de rayos atestiguaron el holocausto de los serpentones y la victoria de Huáncash y sus subordinados, con lo cual los habitantes de los pueblos de Piscobamba, Llama, Llumpa, Yauya, Yanama no fueron pasto de la voracidad mencionada.

Explicación
Después de la victoria de los cusqueños sobre los Pishcopampas, Conchucos y Huaras los pueblos y comunidades de Ancash toman nombres quechuas. Por esto una laguna se llama Canchiscocha o sea la Laguna de los Canchis, mitmaes y pastores que criaban llamas, alpacas y vicuñas en la Sub Cordillera de Piscobamba que corre de Sur a Norte paralela a la Cordillera de los Andes, y por donde trazaron el Jatun Nani, el camino real de los incas.
Cuando uno va de Piscobamba a Parco, está la Laguna de Canchiscocha, arqueta de leyendas y poemas y de una hermosura bucólica. De sus inmediaciones parten dos hileras de rocas que corren hacia el Oeste, dan la sensación de que si continúan llegarían a Llama y Piscobamba. Cada hilera y por imaginación e inferencia alcanzarían los otros pueblos mencionados. Es un relato cosmogónico, un esfuerzo primario de sabiduría que trata de explicar, de alguna manera el origen de estas filas rocosas, que semejan enormes ofidios; cual temibles serpentones que adornan los monolitos de Chavín.

Personajes
· La Laguna de los Canchis.
· Los serpentones milenarios (hileras de rocas de cal).
· Los pueblos de Piscobamba, Llama, Yauya, Llumpa y Yanama.
· Los cerros tutelares: Comandante en Jefe, Huáncash y sus lugartenientes: Chontajirca, Qeshqijirca, Intujirca.
· Relámpago, rayo, trueno, el tríptico mortal del aire.

Piscobamba

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Volveré

Volveré Piscobamba, a caminar
por tus calles en la quietud de la noche.
Quizá una mañana de invierno cuando la
niebla se aleja en el alba o una noche de lluvia.
El palpitar de mi corazón estará contigo.
Atravesaré tus cumbres y ríos.

Retornaré para ver tu plaza cubierta
de flores, en una mañana de primavera.
Tus montañas y llanuras son mi cuna.
Muchos han venido por doradas promesas
más que un compromiso, regresaré
a verte más grande y hermosa aún.
Encontraré el agua para calmar mi sed y
comida para endulzar mi boca, me embriagaré
con tu chicha en un día de fiesta.

Nunca seré un forastero en tus tierras.
Amaré a tus cumbres inalcanzables.
Ante tus tormentas me cubrirás con tu calor.
Si mis palabras son vagas no busquéis
comprenderlas
El día que regrese con el viento
que sopla a mi favor, entraré despeinado
con un saco a la espalda y una
maleta en la mano.

Yo volveré, quizá por un momento,
Retornaré por un tiempo
a descansar en el viento.
Si al medio día me recuerdas nos
encontraremos y platicaremos juntos.

Viajaré como un trotamundo
buscando siempre tu ruta.
Andaré aún cuando los caminos duermen,
pero más tarde o temprano VOLVERÉ.

Danilo Barrón 1992.